
Desde su invención hace 28 años, la tradicional Cerveza Blest de Bariloche se tomó su tiempo para abrir un local en Buenos Aires. Pero lo hizo con todo. Con una estratégica ubicación en el barrio de Palermo, en Gorriti al 4800, el local ofrece 16 canillas y capacidad para 250 cubiertos. Con énfasis en la calidad y la robustez, las mesas, sillas y bancos de madera y hierro son macizas y delicadas, y la herrería no parece obra de un primo aficionado.
La propuesta tiene dos formatos: un Tap Room autoservicio adelante, donde la gente pide su pinta, paga y desborda hacia la vereda. Y otra zona con un esquema clásico –con mozos– en el área central, que se extiende sin solución de continuidad hacia el patio al aire libre de atrás, donde hay un foodtrack y una antigua pileta reconvertida en espacio de lounge.
En el centro, como hub de servidores cerveceros que dan vida al espacio, una cámara frigorífica vidriada con 120 barriles de 50 litros cada uno, conectados a las ristras de canillas de las distintas barras del local.
La choppera principal tiene 16 canillas de la reconocida marca italiana Celli. “No hay otra igual en el país”, dice con ojos iluminados Ignacio Mochnacz, el brewmaster de Blest.
Otro orgullo de Mochnacz es la Slow Barleywine, corpulenta y balanceada que me acaban de servir en copa ($110), y ganadora de una medalla de Plata en la Copa Cervezas de América 2017 que se hizo hace unos días en Santiago de Chile. Es uno de los 10 estilos fijos de la carta (Pilsen, Bock, Scotch Ale, Cream Stout, Hop Shot IPA, Frambuesa, Honey Queen, Nahuelito Black IPA), al que se agrega una canilla de sidra ($100 la pinta en promedio).
Además van a ofrecer algunos de sus estilos especiales, por ejemplo, la Porter Chocolate para acompañar postres en invierno.
En la propuesta gastronómica (tapas, snacks, hamburguesas, pizzas, picadas, sandwichs) destacan los Langostinos Apanados ($170) y la Hamburguesa De Hongos, con hongos de pino y rúcula ($180).

El desembarco porteño de Blest tuvo un ensayo general el año pasado, con la apertura de un bar en el kilómetro 4 de Avenida Bustillo, camino a Bariloche. La expansión busca darle alcance nacional a la marca y generar un cambio de concepto. Apuntan a la gente joven y al nuevo público habitué a las cervecerías, con una estética más moderna en la ambientación del local y en la propuesta gastronómica, bajo un esquema de franquicias.

Creada en Bariloche en 1989, Blest fue –junto a El Bolsón, otra de las birras míticas– una de las primeras cervezas artesanales de la Argentina.
Empezó como una idea de Julio Migoya y Nicolás Silin, que habían sido cesanteados con un retiro voluntario de la empresa Invap. Ambos ingenieros con experiencia en plantas químicas, eligieron aplicar sus conocimientos en tanques, caños y soldaduras para armar una fábrica de cerveza.

La idea tomó forma entre sobremesas en la casa de Julio, en laguna El Trébol. En 1992 inauguraron la primera «chopería» en el living de los Migoya. Abrían sólo durante el verano, con picadas, salchichas con chucrut y dos cervezas: pilsen y bock.
Comenzaron a vender en forma embotellada a algunos hoteles y restaurantes de la zona.
Con el primer equipo de fabricación propia elaboraban 8000 litros mensuales que se consumía en su totalidad en el brewpub del kilómetro 11,600 de la avenida Bustillo. En 2015 pasaron a fabricar 16 mil litros por mes. Ahora fabrican 10 mil diarios. “Hicimos cerveza artesanal cuando nadie sabía lo que era –dice Julio Migoya–. Fabricamos nuestro equipamiento cuando aún no existía internet. Le contábamos a la gente que la cerveza artesanal era más sana y rica. Ahora llegamos a Palermo para volarte la cabeza”.