¿Cuándo fue la última vez que bebiste un Merlot? Seguro te acordás bien del último buen Malbec, del Cabernet Sauvignon que te erizó la piel, o del Pinot Noir que te enganchó con su seria liviandad. Pero, ¿y el Merlot? Probablemente hace mucho, mucho tiempo.
La que otrora fuera la reina de las tintas —una de las variedades más plantadas de Burdeos y del mundo— hoy vive en un cono de sombras.
Las razones no son muchas, pero hay una clave: el efecto abuso. Cuando el mundo del vino apostó por los varietales, el Merlot fue una de las primeras uvas en expandirse: desde Saint-Émilion y Pomerol hasta los faldeos andinos, California, Sudáfrica y Australia.
En esa expansión, sobre todo desde los ’80, el Merlot se desfiguró y se convirtió en “un tinto con madera”. Ahí quedó herido de gravedad.
El golpe final llegó en 2004 con Sideways (Entre Copas). En la película, el protagonista —un perdedor encantador— lo desprecia en pantalla y entroniza al Pinot Noir como la nueva religión del vino. Touché: el Merlot cayó en desgracia.
Pero, ¿hasta dónde una uva de alta calidad puede quedar en el olvido? Como todo producto sujeto a los vaivenes del mercado, el Merlot perdió protagonismo, pasó por un tamiz selectivo y, en vez de desaparecer, volvió a ganar foco. Porque cuando una uva es noble, lo que verdaderamente importa es dónde crece y cómo se la elabora.

El renacer del Merlot
Se dice que la palabra Merlot viene de merle, el mirlo que picotea las bayas maduras. No se sabe exactamente por qué su Día Mundial es el 7 de noviembre, pero cualquier fecha es buena para descorchar un gran Merlot.
En la vereda del consumo, el Merlot siempre tuvo hinchada propia. Hay bebedores que le bancan los trapos, por así decirlo. Sostuvieron el interés incluso cuando, al parecer, pedir un Merlot equivalía a “no entender nada”. Basta hablar con algunos para notar que es gente fiel a sus gustos: valoran la elegancia, el brío, el toque especiado, los taninos finos y ese misterio que sólo da el paso del tiempo.
Como me dijo un productor hace poco: “El vino no tiene secretos, tiene misterios”. Y el Merlot los tiene.
A ese grupo de fieles ahora se le suman conversos. Son cada vez más. Y el Merlot parece encaminarse a una nueva edad: más sobria, más selectiva, más precisa. Casi veinte años después de su cancelación hollywoodense, el Merlot parece listo para renacer.

Merlot argentinos
En estas dos décadas, el Merlot retrocedió en el viñedo argentino: de 7.400 hectáreas en 2006 a unas 4.300 en 2024. La caída es clara en superficie, pero también en visibilidad: la variedad pasó a diluirse en cortes, aportando fruta roja y amabilidad allí donde hiciera falta. Porque si el Merlot tiene un don, es ese carácter frutado y especiado cuando se cosecha en su punto.
Hoy empieza a recuperar terreno y ya asoma en varios vinos destacados:
- Entre los clásicos que nunca se fueron: Weinert Merlot 2019, Canale Gran Reserva Merlot 2021 y Rutini Merlot 2021.
- Entre los norteños, más especiados y de paladar amplio: Domingo Molina 2019 y Adentro Merlot 2019.
- Entre los patagónicos, más delicados: 45 Rugientes Merlot 2023, Saurus Select 2019 y Riccitelli Old Vines 2021.
- En el Valle de Uco, donde gana fineza y taninos suaves: La Cayetana 2023, Casa Boher 2021 y Gran Tomero 2022.
No son los únicos, es cierto, pero sí los que hoy levantan la vara para la variedad.
Hoy, más que nunca, el Merlot invita a redescubrir su elegancia y misterio.

Gran nota. Soy de esos fanáticos declarados del Merlot y celebro que vuelva a tener el lugar que merece.
Si todavía no probaron los Merlot de Finca Savina, tanto la línea varietal como el Reserva Viejo Sabio, se los súper recomiendo
Ojalá más gente se anime a redescubrir este varietal.