Descripción
La mayoría de los rosados argentinos provienen de hacer sangrar los mostos destinados a vinos tintos, esto es, de separar una parte del jugo antes de que fermente a fin de concentrar la proporción entre sólido y líquido y así obtener tintos potentes. El resultado del otro lado, del jugo separado, es un rosado que rara vez deslumbra. Este sería un caso ejemplar. De color rojizo leve, ofrece una aromática frutal que recuerda a las gelatina de cerezas. En boca es un poco decepcionante: con alcohol algo elevado, resulta cálido y ligeramente mórbido. Le falta toda la gracia que promete a la nariz. Nada que bien helado no pueda solucionarse.
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