El año que acaba de terminar dejó algunas dudas respecto del futuro para el negocio del vino, y abrió nuevos interrogantes que proyectan su influencia sobre el 2024. Si todo 31 de diciembre es tiempo de balances, estos son los 4 escenarios más relevantes entre el año que recién se fue y el que comienza.
Cómo será el ciclo del vino argentino en 2024
1. Repunte posible de las exportaciones.
El 2023 (los últimos datos disponibles son de hace dos meses) no fue un año alentador en materia de exportación de vinos. Comparados, los números son los más bajos de los últimos tres años, con una caída del orden del 20% si se mide en divisas a octubre, entre 2021 y 2023.
Eso implica unos 160 millones menos de dólares, si se toman 739 millones de 2021 contra los 578 millones de 2023. En la serie larga, 2003-2023, sin embargo, el número se acerca a lo que Argentina exportó en 2010.
La devaluación de diciembre debería representar un incentivo a las exportaciones, tal como esperan en la industria, aunque los resultados tardarán en llegar. Quizás mucho más que lo que la inflación demore en llevarse puesta la diferencia. De modo que los pronósticos para 2024 no son halagüeños ni agoreros.
Cautela es la palabra que mejor describe la sensación. Así como incertidumbre también lo es. Con un plus ponzoñoso para cerrar el año: la vuelta de las retenciones a los
exportadores que propone el gobierno en su DNU, que podría llevarlas al 8% después de años en los que la industria del vino batalló para llevarlas a 0.
Sin embargo, un dato en el horizonte de largo plazo a nivel mundial podría acomodar las cosas es términos de negocios. Independientemente de que la inflación argentina está más allá de todo análisis, la inflación mundial se espera que este 2024 vuelva a los carriles normales y que las elevadas tasas de interés que se pagan hoy también se retrotraigan.
En los últimos dos años, el costo del dinero ha operado como un freno para que importadoras y distribuidores achiquen sus stocks trabajando con el mínimo a nivel global.
Habrá que ver cómo evoluciona, pero una baja en las tasas podría empujar a los compradores a volver a sus stock normales. Ahí hay una ventana para el desarrollo del negocio.
2. Mercado interno, flat o a la baja.
Hablar de 2024 para el mercado interno es hacer predicciones de incierto valor aproximativo. De todos modos, es un negocio de largo plazo en el que, sin embargo, es clave tener un horizonte.
El vino en 2023 se encareció fundamentalmente por la magra cosecha que empujó todos los precios al alza, incluso en un contexto inflacionario que ya los lleva hacia arriba.
Si se comparan los años 2020 a 2023 (a octubre nuevamente), el año que terminó es el más magro en despachos: un 17% menos que el máximo de la serie (2020).
Ahora bien, medido sólo en vinos con mención varietal, es decir, descartando tetrabricks y genéricos, la caída es menos pronunciada y redondea el 11%.
Con un escenario de estanflación, el panorama para las ventas locales no parece positivo. Lo que posiblemente se avecine es una suerte de ley del más fuerte en el mercado interno.
Todo pareciera indicar que se iniciará este año un nuevo proceso de concentración, apalancado en la capacidad de resistir que tengan las compañías, tanto para ganar cuotas de mercado a costa de otras como para sostenerse con números positivos.
3. Vuelven los negocios de cercanía.
Si los controles de precios del gobierno anterior significaron el achicamiento de la oferta en los negocios de cercanías –de supermercados chinos a locales de barrio– la actual coyuntura indicaría un revés acelerado a esta condición.
Con precios libres y en combinación con caída de ventas generalizada, los negocios de cercanía volverán al escenario. Para los consumidores puede ser una buena noticia, siempre que puedan buscar precios.
4. 2024, vendimia incógnita.
La producción mundial de vino blanco en 2021 se estimó en 130 millones de hectolitros (mhl), lo que representa el 50% de la producción total. El vino tinto, con 110 mhl, da cuenta del 42% y el 8% restante es vino rosado, estimado en 21 mhl.
Ese mismo año, la producción mundial de vino tinto disminuyó un 25% desde su pico en 2004, mientras que la de vino blanco ha aumentado un 13% desde su nivel más bajo en 2002.
En Argentina las cifras aún están invertidas, 66% de tinto, 31% de vino blanco y el rosado oscilando entre el 2% y un poco más a lo largo de todo el período.
Ahora, todos los ojos están puestos en la añada 2024. Según lo que se habla en el medio, antes de las estimaciones oficiales de vendimia, es que la próxima añada será de mayor volumen respecto a la 2023 –la menor en las últimas décadas– aunque no una gran cosecha, debido a granizo, zonda y heladas.
Lo que podría parecer, a priori, una mala noticia, puede que no lo sea: una gran cosecha en volumen empujaría al desplome del precio de la uva y de los vinos y en este escenario podría representar una tormenta perfecta para los productores, además de sumar incertidumbre a un año que será difícil en todos los ámbitos.