Las bodegas jóvenes ponen la vista hacia adelante y se atreven a hacer vinos con poca madera y mucha tecnología. Pero también miran hacia atrás y a los costados: te presentamos tres casas que homenajean a la argentinidad con frases populares en sus etiquetas.
Etiquetas de vinos con refranes
El secreto del ropero
Felipe Menéndez es el creador de Casa Pirque, la unión entre dos familias emblemáticas en la historia del vino argentino, Catena Zapata y Menéndez Ross.
Pero Felipe no siempre fue un hombre lleno de experiencia en la materia. A los 18 años, recién salido del colegio secundario, dio sus primeros pasos trabajando con Nicolás Catena y quedó a cargo de la coordinación de un evento. “Desde muy chico había soñado con trabajar en el vino por mis raíces familiares”, dice.
Durante esta jornada de debut, que estaban realizando en el jardín de la casa de un bodeguero, Menéndez tuvo que acercarse a la casa del anfitrión.

“Me pide que vaya a buscar el vino, en la puerta ubicada debajo de la escalera. Yo esperaba encontrarme con una cava subterránea extraordinaria, con los mejores vinos del mundo, pero cuando llego… era un ropero. Había un paraguas, un impermeable y una caja de este vino”, recuerda entre risas.
Como el famoso refrán indica, “en casa de herrero, cuchillo de palo”. Fue ahí cuando nació la idea de registrar esa frase como marca para hacer su propia bebida, aunque tendrían que pasar muchos años para ponerla en marcha.
En el medio, Menéndez realizó una extensa exploración de los suelos patagónicos para plantar viñedos y desarrolló gran cantidad de vinos, hasta que hubo un pedazo de tierra en Vista Flores, Mendoza, que captó su atención.
No pudo comprarlo, pero logró un acuerdo con el dueño que actualmente le permite elaborar toda la línea de vinos Cuchillo de palo. Su creador la define como “joven, despojada de historia y con la mirada puesta hacia adelante”.
A pesar del recorrido que Felipe tiene en el mundo del vino, eligió darle a esta marca una impronta llena de creatividad y despojada de viejos conceptos. Por ejemplo, sus dos versiones de rosado están hechas con Pinot Noir, de la misma planta y del mismo racimo, pero son completamente diferentes. La clave está en que cortan el racimo al medio.
“Tiene una variación en su madurez, porque una parte tiene mayor exposición solar que la otra”, explica, y advierte que “no se puede hacer en gran cantidad porque es un trabajo artesanal”.
Sin embargo, elaboran “unas 30.000 botellas del rosado, de las cuales unas 5.000 son de la línea Cuchillo de palo, que es la parte del racimo con mayor concentración”. El resto de las botellas de rosado son Casa de herrero.
Este experto asegura que “vender el vino es tan artesanal como hacerlo”, por lo que celebra que en tan poco tiempo estas botellas tengan fuerte presencia en góndolas y vinotecas.
“Hay algo en los nombres que puede ayudar al éxito de la venta, porque son fácilmente recordables y queribles, son dichos populares”, concede.
Además, considera que “todos somos cuchillo de palo y casa de herrero en algo”. Según Menéndez, la frase “parece algo negativo, pero en el fondo está hablando de la austeridad que tiene el que sabe mucho de algo, que no necesita sobrecargarse”.
Actualmente tiene tres nombres en uso basados en refranes. Cuchillo de palo es la línea de mejor calidad, homónima a la bodega y fue “creada para aumentar la cultura del vino”, a través de convocar a bebedores jóvenes; Casa de herrero es la intermedia, y Ojo de buen cubero, la disruptiva.
“Queremos que cuchillo de palo sea vino con poca madera. Es más, si un día eliminamos la barrica por completo, llegaremos adónde imaginamos, porque queremos ir a vinos cada vez más sencillos y naturales. Tenemos la posibilidad de hacer algo actual, no estamos en una carrera por premios”, se planta Felipe.
“Los nombres hablan de los oficios, y hacer el vino es un oficio tan antiguo como el mundo”, agrega.
Mosquita Muerta, pura vitalidad
Otro proyecto que eligió aprovechar la popularidad de los refranes argentinos fue Mosquita Muerta Wines. Nació en 2009, de la mano de la empresa mendocina Familia Millán.
El nombre fue idea de José J. Millán (hijo), que quiso usar conceptos cotidianos para bautizar no solo a la bodega, sino también cada uno de los vinos que se produjeran en ella.
Es así como vieron la luz de los supermercados y las vinotecas Mosquita Muerta, Perro callejero, Cordero con piel de lobo y Sapo de otro pozo. Pero, ¿por qué estas frases puntualmente?
Mosquita Muerta “hace referencia a una persona de la que nadie espera nada, pero al final del camino logra concretar grandes cosas”, aseguran desde la bodega. O sea, un proyecto que nació con perfil bajo, pero no con pocas pretensiones.

“La marca también es una auto referencia a su creador, José Jesús Millán, una incansable Mosquita Muerta que supo convertirse en un gran exponente”, aseguran.
Es que Millán padre fundó el mercado Átomo en Mendoza, en 1969, que llegó a transformarse en una gran cadena con presencia en varias provincias, además de incorporar bajo ese apellido otros rubros: frigorífico, aceite de oliva, vino.
La propuesta de Mosquita Muerta Wines son blends premium de viñedos localizados en distintas zonas de la provincia, como Gualtallary, Vista Flores, Chacayes, Tupungato, La Consulta, Los Árboles, Altamira, Perdriel y Medrano.
Perros, sapos, chanchos y corderos
Cada etiqueta de la familia Millán tiene una historia detrás que se corresponde con el nombre asignado.
Perro Callejero es “fiel a sus convicciones” y un “símbolo de una búsqueda persistente”, que no se cansa de recorrer y reinventarse, guiado por su olfato. De la misma forma, el vino que lleva este nombre goza de una fuerte personalidad, con una densa capa de sabores de fruta negra madura, una textura firme y acidez que le aporta equilibrio.
“Lo que quiere transmitir la historia de este vino es que cada uno siempre posee un objetivo, una meta o sueño por cumplir y por más que lo logre, al otro día irá en busca de uno nuevo. Un perro callejero es así, soñador, voraz y fiel. Está siempre en búsqueda de su hueso de oro porque ese es su norte”, agregan desde Mosquita Muerta.
Cordero con piel de lobo hace referencia a una identidad oculta, donde “no todo es lo que parece”. Es también quien se aparta del rebaño para ser el actor principal. Este vino es de un intenso color rojo, con tonos de pimienta y ciruela, al principio suave pero deja un largo sabor en la boca. Una bebida que parece inocente, pero que pisa fuerte con un leve picor, debido a su maduración en madera.
Sapo de otro pozo tiene una “presencia imponente”, no importa dónde. “Aunque no sea bienvenido, no podrá pasar desapercibido”, dicen, y destacan que quien se sabe foráneo pero se queda ama la “adrenalina del riesgo”.
Por eso es un vino al que le gusta jugar de visitante, que mezcla 60% Malbec, 20% Syrah y 20% de Cabernet Franc. Cada componente se elabora por separado y la maduración también: una parte en roble francés y otra en concreto. Sus frutas negras se expanden por toda la boca y generan sensación de cremosidad.

Margaritas para los chanchos puede significar desperdiciar algo valioso en quien no sabe apreciarlo, pero desde Mosquita Muerta lo ven de otra manera: “Es el placer de hacer algo solo por gusto, mientras otros no se animan por miedos y frustraciones”.
Este vino busca reconocer a quienes se alimentan y disfrutan de las delicias de la vida, a través de una bebida frutal y fresca.
“Los vinos y los nombres se van eligiendo a medida que se va creando el concepto del vino, y en relación también con el diseño. La idea es comunicar una historia a través del nombre, haciéndola mucho más amigable y separándola del tecnicismo de la receta o de la técnica de cómo se elabora”, aseguran desde Mosquita Muerta.
Entre gallos y medianoches
Cimarrón Wines nace de la mano de Lucca Stradella, cuarta generación de la familia Bianchi, quien se sacó la mochila del legado para crear su propio proyecto.
“Cimarrón se refiere a cualquier animal que era doméstico y se hace salvaje”, explica Stradella. “Con ese nombre queríamos transmitir mi historia personal. Vengo de una familia vitivinícola tradicional y lancé mi propio proyecto a pulmón. Es como salirse de esa domesticación e irse a lo salvaje”, define.
Esta historia también se refleja en la personalidad de los vinos que producen. Con un equipo de gente joven, la bodega dice no tener ataduras a las tradiciones de la industria.
Entre Gallos y Medianoche es un vino que combina dos Malbec de San Rafael y de Valle de Uco, y debe su nombre a que el nacimiento fue un poco improvisado.
“Nos hacía falta porque solo teníamos el vino La Contienda, y necesitábamos un compañero porque presentar uno solo era poco. Entonces, en la vendimia 2022, entre gallos y medianoche, combinamos los dos Malbec”, cuenta Stradella.

El experto destaca que “el nombre, la estética y el vino hacen un buen combo para llegar a más consumidores, gente que está dispuesta a probar conceptos nuevos, terroirs no tan explorados, como San Rafael”.
Esta bodega no teme mezclar el vino con la tecnología. Por ejemplo, las botellas llevan links a listas musicales colaborativas, donde cada uno puede sumar una canción. “Apuntamos a que el consumidor viva una experiencia y se conecte con el vino de una manera más completa. Es un canal para comunicar un mensaje”, señala su creador.
Además, la etiqueta de Entre Gallos y Medianoche está hecha con inteligencia artificial y al comprarlo conseguís también un NFT para coleccionar, un activo digital que representa un objeto del mundo real, en este caso la etiqueta.
“El vino es una bebida viva y está sujeta a factores que nos exceden”, dice Stradella, quien valora lo digital, pero celebra el poderío de la naturaleza y el arte de la paciencia que implica la enología. Hace bien: no por mucho madrugar, se cosecha más temprano.