Basta atravesar la puerta de chapa que tiene grabado en letras poderosas la palabra Chuí para quedarse sorprendido por el entorno natural: sol, cielo, árboles y plantas, un lugar mágico en pleno Villa Crespo. ¿Chuí restó? Sí.
Se trata de un terreno enorme que supo ser un baldío; lindero a las antiguas vías del tren San Martín (ahora funciona elevado) y que, convertido en restaurante, recibe al entrar con unos muebles de quebracho hechos a partir del reciclado de los durmientes del ferrocarril y una torre de agua (que abastece al restaurante). Ya entonces se percibe la filosofía de Chuí Restó: intervenir el espacio sin invadirlo, aprovechar lo que ofrece y conectar con la naturaleza.
Un sendero de madera atraviesa el espacio verde (diseño del paisajista Nacho Montes de Oca) y a medida que se avanza se descubren las mesas y sillas, algunas ocultas en el follaje y bien distribuidas con distancia. Otras, ya dispuestas en el patio al aire libre y más allá, bajo techo. Al fondo, en el amplio territorio de la cocina a la vista -sin dudas el punto focal de este lugar- sucede la magia en la que trabajan a buen ritmo para sacar, uno tras otro, los platos de la carta.
¿Qué comer y tomar en Chuí Restó?
A cargo de Victoria di Gennaro (ex Proper), la cocina sucede al final del terreno, en una mesada gigante en la que trabajan varios cocineros a la vez y que oficia de “división” con el jardín. Prestá atención: una focaccia de masa madre a la leña es la reina de la barra y es un buen plan ir pidiendo una porción para acompañar los platitos de la carta.
En el centro de la cocina se destaca el horno a leña que da calor y alma al restaurante. De allí salen las pizzas caserísimas que la rompen y que son uno de los pilares de la propuesta, además de varias de las preparaciones de la carta.
Las pizzas crocantes, con burbujas bien formadas porque están hechas con 48 hs de fermentación y harinas agroecológicas, son un viaje de ida. Irán cambiando, pero ahora en carta se ofrecen cuatro: Ricota, pesto, pecanas; Tomates mendocinos, Stracciatella, albahaca; Cebolla, kale, crema de frutos secos, y la de Tomate orgánico en conserva fatto in casa (girá la cabeza, vas a descubrir una estantería llena de grandes frascos de tomate en conserva que te va a dar ganas de llevarte todos a casa), queso Gouda y ajo frito.
También hay platos y platitos originales (la carta incluye la V de vegano y la P de picante) y bien vale la pena pedir varios y armar un picoteo hermoso: paté de hongos, apio y vinagre de Torrontés, porotos pallares en escabeche, rabanitos y pimentón; Morrones asados, ajo, pimentón, alcaparrones y girasol; Queso llanero quemado, miel, ají de Cachi y orégano; Berenjena, chermoula (una salsa originaria de Marruecos), sésamo integral y uvas; Fainafel orgánico, pepinos, yogurt y picante Chuí; Hongos, salsa holandesa, lima y eneldo son algunos de los que probamos (ahora girá la cabeza de nuevo, vas a descubrir una heladera en la que crecen, muy orondos, los hongos que se utilizan en el restaurante).
Todo llega con hierbas frescas, toques de semillas, granadas y más. Lo que Narda diría en su propio restaurante: “Quilombo”.
Y claro, no faltan los postres: ahora hay membrillos, queso Mascarpone y Sbrinz; Pera, cremoso de cajú y coco y Butterscotch (un postre de origen inglés a base de azúcar negra y manteca).
Beber. Vinos por copas (cuando esta cronista visitó el restaurante se ofrecía Mara de Uco Bonarda 2019 y Animal Organic Chardonnay 2019, 2 copas por $600). También, un carpano rosso con soda y piel cítrica. La carta es corta y está divida en cepas con varias perlitas para disfrutar (como un Pielihueso Naranjo o un Rosado Rocamadre 2020, entre otros). Café, gaseosas, cerveza Corona y aperitivos. El sodeado viene en jarra con hielo y también, si da la tarde, podés pedir un whisky.
El equipo de Chuí Restó
Fronterizo entre Villa Crespo y Chacarita, Chuí (como la última ciudad uruguaya antes de entrar en Brasil, Chuy), es el resultado de la creatividad y la unión de cuatro amigos: Ivo Lepes, Nicolás Kasakoff, Hernán Buccino y Martín Salomone.
Pensaron Chuí en diciembre de 2019, sin noticias, por entonces, de la pandemia y el coronavirus. Querían crear algo distinto, una nueva mirada sobre la gastronomía, querían ofrecer lo mejor de cada estación en cada plato. Y así se fue delineando una propuesta vegetariana alrededor del fuego.
Jamás imaginaron que se convertiría en el lugar perfecto para escapar de la ciudad y del virus. Por supuesto, cranearon una cocina amigable, sabrosa, que invita a volver para seguir descubriendo nuevos platos.
Cuando se pueda, tienen programadas sus “Tardes de vinitos & vinilos”, de 16 hs al cierre.
GPS. Chuí Restó. Loyola 1250. Instagram: @chui.ba Tel: 5471-8397 Horarios: martes a domingos de 12 a 19 hs.