Con más de treinta años de experiencia en el mundo del espectáculo, Alfred Oliveri es un referente de las nuevas maneras de contar historias en formato audiovisual. Hoy, aplica todo su know how en el llamado culinary zinema o cine gastronómico, donde hace una fusión de géneros como el documental, el reality y la ficción para lograr una narrativa comprometida con la estética y el deseo.

Durante los ´90, Oliveri participó en programas disruptivos de la televisión argentina como La TV ataca y El Rayo en los que comenzaron a utilizarse recursos audiovisuales como la edición tipo collage propia del boom de los videoclips de la época. Sucedió justo antes de la llegada de los realities, de la revolución gastronómica, de la nueva conciencia social acerca de la alimentación y del concepto del disfrute aplicado a todos los ámbitos de la vida.

Desde España, donde se radicó entre 2000 y 2008, contempló el creciente desarrollo del mercado culinario gourmet en el mundo, junto con un interés cada vez mayor por contenidos audiovisuales de calidad relacionados con la cocina pero desestructurados, lejos de los sets tradicionales de televisión, sino en nuevos escenarios con protagonistas que no solo tenían una receta para contar sino un mundo entero de sensaciones, recuerdos y anécdotas.

Cuando regresó a la Argentina, produjo el programa Algo de mí con Deborah del Corral, para El Gourmet, que puede tomarse como un manifiesto de lo que Oliveri concibe como un producto audiovisual de calidad, atractivo, seductor e interesante a la vez. Cuando fundó la productora House of Chef, su premisa fue encontrar cocineros reconocidos que quisieran contar sus historias desde una perspectiva nueva, centrados no tanto en ingredientes y platos sino en sus propios relatos y biografías.

En 2018 estrenó su ópera prima, Tegui: un asunto de familia, un documental sobre Germán Martitegui, y en 2019 volvió con otro llamado La leyenda de Don Julio: corazón & hueso. Los dos abrieron la sección Culinary Zinema del Festival de San Sebastián. Hace unas semanas recibió la Biznega de Plata, el premio del público al mejor largometraje de Cine y Cocina en la edición 23 del Festival De Cine de Málaga por su más reciente película, Purity, donde explora la vida íntima de un joven cocinero en la aventura por alcanzar sus sueños.

Purity es tu tercer largometraje. ¿Lo definirías como un documental?

Si bien Purity es un documental, lo cierto es que el criterio narrativo que tiene lo asemeja muchísimo a una película de ficción, a una historia pequeña, independiente e íntima.

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Alfred Oliveri, referente del formato audiovisual, aplica su know how en el cine gastronómico. Gentileza Nora Lezano.

¿Cuándo te comenzó a rondar la idea de aplicar tus saberes en los contenidos audiovisuales a la gastronomía?

Empecé a contar historias alrededor de la cocina porque eran el tipo de relato que me gustaba. Eran hechos culturales que vinculan los territorios, las personas, el saber hacer, la familia, los viajes, la música. Hay algo en común entre los restaurantes y el espectáculo: las cocinas y los camarines se activan de noche, sus protagonistas se visten de una manera especial para hacerlo, los aplauden por su trabajo, los cocineros y los artistas son bohemios y apasionados. Son dos universos que están conectados. Había una posibilidad de ampliar la paleta. Empecé haciendo una serie con Deborah del Corral en El Gourmet, que también diversificaba los contenidos del canal porque no era solo un programa de recetas sino un espacio para hablar de la vida, en este caso, de la música especialmente. Después, me animé y fundé House of Chef como una productora de estos contenidos.

Desde tu punto de vista, ¿cuándo surgió esta relación íntima entre la cocina y el cine y la televisión?

Estaba viviendo en Europa, en 2008 volví a Argentina y lo que estaba sucediendo con El Gourmet era único. El fenómeno atraía a un público nuevo que jamás se hubiera puesto a mirar un programa de cocina. Sucedió porque los realizadores se empezaron a permitir contar otras historias al margen de la cocina, fuera del formato clásico del set de televisión. Francis Mallmann, Narda Lepes, Fernando Trocca son cocineros que tuvieron mucho que ver con ese crecimiento. Ellos generaron un terreno fértil para llevar la apuesta al siguiente nivel.

¿Es el cine gastronómico un nuevo género cinematográfico?

Existe un nicho de culinary zinema que tiene secciones específicas en festivales importantes como el de Berlín, el de San Sebastián y el de Cannes, entre otros. Es un mundo que merece ser explorado.

¿Podrías identificar al género que aborde mejor la relación de las personas con la alimentación?

Creo que es una fusión. Como director no tengo un objetivo pedagógico ni informativo. Mi premisa es hacer películas que sean celebraciones de la vida y la gastronomía es una manera de hacerlo.

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En 2018 estrenó su ópera prima, Tegui: un asunto de familia, un documental sobre Germán Martitegui

¿Pensás que el boom del cine gastronómico es el resultado de la revolución de la cocina sumado al fenómeno de los nuevos formatos audiovisuales?

Hay un punto de vinculación entre las dos revoluciones. Es un camino por donde viajan juntas.

La crítica a la industrialización de la alimentación, la preocupación por el medioambiente, la conciencia cada vez más fuerte acerca de lo que comemos y de la importancia fundamental que tiene para la salud, ¿son variables que también pueden explicar el fenómeno de la gastronomía como estrella de las narraciones audiovisuales?

No lo sé. Si bien hay varios documentales famosos relacionados con la denuncia alrededor de la alimentación, no creo que sean los responsables de convertir en popular al cine gastronómico. Me parece que el fenómeno encaja mejor con el hecho de conectar con el disfrute y con las emociones propias a través de las historias de personas que viven para hacer realidad sus sueños.

¿Cómo ves hoy al mercado gastronómico y a sus actores: los cocineros, los restaurantes, las ferias, los comensales?

El mercado gastronómico es un negocio muy duro. En apariencia ofrece glamour y magia, pero implica un trabajo constante. Hoy el desarrollo se dirige a la búsqueda de nuevos sabores en el mundo, sorpresas para el paladar. En este sentido, creo que Latinoamérica tiene un gran potencial para el conocimiento y las inversiones.

¿Qué podemos esperar a futuro de la relación entre el cine y la cocina? ¿Cómo serán los nuevos formatos?

Van a seguir existiendo los grandes formatos de competencias de orden gastronómico, que siguen teniendo un gusto en la gente. A mí me interesa la posibilidad de vincular el cine con la cocina desde un lugar de fusión donde la calidad sea la variable para borrar fronteras.

¿Qué esconde la gastronomía que nos seduce tanto a la hora de elegir qué mirar?

Cuando algo está bien hecho, el poder de seducción atraviesa la pantalla y esto es más evidente cuando los sabores, los colores, los aromas y las emociones que se generan alrededor de la cocina son protagonistas. Cuando una narración es de calidad es capaz de estimular los sentidos y de hacernos vibrar.

Es periodista. Estudió Comunicación Social en la Universidad Austral y se recibió en 1999. Hoy trabaja para La Nación y escribe de forma regular para revista Brando. Además, colabora en distintos medios gráficos y crea contenidos corporativos. Uno de las actividades que más disfruta en la vida es tomar café en bares con una novela bajo el brazo.