Conoció la gloria deportiva, ganó una medalla olímpica, la rompe con los e-games, es músico, acaba de estrenar una película. Pero Fabricio Oberto se mueve. Todo el tiempo. Como cuando enmudecía rivales en la zona pintada de las canchas de la NBA. Por eso ahora se desmarca otra vez y consigue un triple que gestó desde su nuevo campo de juego: las viñas de Mendoza.
Nació en La Varillas, Córdoba, y se crió bajo una red de básquet. Fue una pieza clave de la Generación Dorada que ganó la Medalla Olímpica de 2004 en Atenas. Jugador de las ligas más importantes del mundo, Oberto obtuvo un preciado anillo de la NBA (2007) jugando junto a su amigo Manu Ginóbili para los San Antonio Spurs (2005-2009), donde no solo conoció el éxito sino a uno de sus referentes en la vida, el gran coach, Gregg Popovich (Pop).
Alejado de los estadios, hoy su vida es tan intensa como en los años de atleta. Figura de los e-games y músico, lanzó un disco con su banda New Indians, acaba de estrenar su propia película, Reset y redobla su apuesta en el mundo del vino junto a los enólogos Juan Longo y Héctor y Pablo Durigutti. Pandemia mediante, conversamos con él y sus nuevos compañeros de juego para conocer cómo y por qué su próximo gran desafío está en la viña.
“Cuando llegás a la NBA tenés lo mejor al alcance de la mano”, explica, para ponernos en contexto sobre su interés por el vino. “Popovich fue un padre dentro y fuera de la cancha y si estás cerca de Pop, aprendés a tomar los mejores vinos. Es un fanático”. Además de ser uno de los entrenadores más exitosos de la NBA, Popovich es un famoso bon vivant que hasta elabora su propio vino: Rock & Hammer, un Pinot Noir de culto de Oregon.
“Entusiasmado por todo lo que Pop nos enseñaba, en un momento dije: ´Mirá lo que me estoy perdiendo´, y empecé a hacer vinos con Juan Longo, un amigo de la familia, en Catamarca”, recuerda de sus inicios como bodeguero. “Nunca quise hacer como los deportistas o famosos que le ponen solo el nombre en una etiqueta. Desde el primer momento supe que no era algo que si funcionaba, bien, y sino el año que viene, chau. Me asocié a una bodega y perdiendo plata me di cuenta de que es un negocio de años. Descubrí que lo mejor del mundo del vino es la gente, las reuniones y que todos se conocen. Juan comenzó a presentarme gente del vino. Un día comíamos con Michel Rolland, otro con Francis Mallmann, y comenzaban a conocerme como bodeguero. Así un día me presentó a los Durigutti”.
![Fabricio Oberto mete un nuevo triple: Old Wines 1 Old WInes Equipo](https://vinomanos.com/wp-content/uploads/2020/06/Old-WInes-Equipo.png)
¿Y qué cambió a partir de ahí?
Empecé a visitarlos y compartir mucho tiempo con ellos. Me fasciné con el vino, comencé a aprender y me entusiasmaba cada vez más con el entorno. Sabía que contaba con ellos pero no había ningún plan. La pasábamos bien hablando, comiendo asados y tomando vino. Todo fluyó solo, muy cómodo, y salió. Ahora estamos presentando Old Wines y tres etiquetas que nos representan a todos.
¿Fue difícil aprender de vinos?
Es como entrenar tiros libres: tirás, tirás y tirás hasta encontrar tu punto. Esto es igual hasta entender qué te gusta y para qué momentos. Héctor y Pablo me acercaban muestras de vino, de cepas diferentes, distintas barricas y lugares y me copé con lo que hacían. Cada vez quería saber un poco más.
¿Qué te ayudó a definir el estilo de los vinos?
Un día le hice llegar los vinos a Pop y me respondió. Imaginate que el tipo esta a mil, de un lado para el otro, y se tomó el tiempo de escribirme por mis vinos. Le gustaron y me dijo: “Increíbles, seguí por este camino”. Old Wines había nacido como idea hacía un año y para mí ese fue el ok definitivo. Así que empezamos a pensar las etiquetas, el concepto de la marca, la imagen y lo qué queríamos contar.
¿Cuánto te involucraste en esta etapa?
En todo. Los chicos me hacían llegar los vinos cuando no podía visitarlos y yo les daba mi opinión y en Mendoza íbamos jugando con las proporciones de las cepas hasta sentirnos cómodos. Por ejemplo, el Cabernet Franc es hoy mi cepa favorita y fuimos usándolo pero me enseñaron cuánto y cómo de un modo que entendí qué buscás en un vino de corte. Me compartieron lo que saben hasta que todos los vinos quedaron geniales. Jugamos todo el tiempo como un equipo.
¿Por qué Las Compuertas?
Este proyecto nace de la amistad y de tanto visitar a los chicos comprendí lo importante que es este origen para ellos. Ahí aprendí a caminar el viñedo, cómo se poda, se ralea y se cosecha. Vi a la gente “gamelear” y me emocioné de verlos correr con los tachos de uvas en el pecho, son atletas. Respiré Las Compuertas, conocí su historia y sus vinos. Hoy es un lugar que siento muy mío.
¿Hasta dónde pensás llegar con los vinos?
Hasta donde podamos crecer. A veces con Héctor deliramos con ir a hacer vinos a Europa. Qué se yo, me fascina este mundo y quiero hacerlo lo mejor posible. Recorrí un camino de aprendizaje y me encantaría compartirlo como lo hicieron conmigo. Si mañana sirvo para ayudar a un amigo que quiere hacer su vino, me gustaría mucho ahorrarle mi curva de aprendizaje. La solidaridad que veo en el mundo del vino también me fascina.
¿Qué dicen tus amigos del básquet de tu faceta enológica?
Están copados. Todos están esperando para probarlos. Mirá, hace unos años hice un recorrido en moto por Argentina con Tim Duncan y estuvimos con los chicos en Mendoza. Hoy es el fan número uno de lo que le mostramos. Cada vez que nos vemos me pregunta por todos. Como me pasó a mí, el mundo del vino lo flasheó y pasó de no tomar a querer aprender.
Te convertiste en un embajador del vino argentino…
Puede ser, pero así como me pasó con el básquet siento una gran responsabilidad con lo que estamos haciendo. El mundo sabe del vino argentino y lo especial que es en Mendoza. Así que espero estar a la altura. Ser embajador no es un derecho; necesitás disciplina para hacer tu camino y que te reconozcan por lo que hacés. Si se da, bienvenido, vamos a ofrecer lo mejor.
Los vinos
El nombre del proyecto, Old Wines, nace de los apellidos de los involucrados: Oberto, Longo y Durigutti. Cada una de las etiquetas representa diferentes etapas de su amistad. Viajes, motos, música e historias resumen el tiempo compartido y el camino recorrido.
“Hicimos tres vinos de corte”, adelanta el winemaker Héctor Durigutti. “Hacer un Malbec hubiese sido fácil, pero queríamos plasmar lo que a Fabricio le gustaba. Hay Malbec, pero también Cabernet Sauvignon y Franc, que es la cepa que él más disfruta. Así nació un concepto propio que nos permite expresar el terroir de Las Compuertas”.
![Fabricio Oberto mete un nuevo triple: Old Wines 2 Old WInes](https://vinomanos.com/wp-content/uploads/2020/06/Old-WInes.png)
“Cada cepa representa diferentes aspectos de la vida: Malbec para los momentos dulces y amigables, Cabernet Sauvignon para los más duros y el Cabernet Franc para los que más disfrutamos. Al final del camino con tus amigos te reunís a contar las historias. Acá hay tres de cuatro amigos”, detalla Oberto.
Las uvas provienen de pequeños productores de Las Compuertas y los vinos se elaboraron con levaduras indígenas. Son embotellados sin estabilizar ni filtrar. En Argentina la comercialización será a través de Ksana Wines.
Old Friends 2018 ($690), 70% Malbec, 20% Cabernet Sauvignon y 10% Cabernet Franc, es criado en piletas de hormigón y embotellado sin paso por barrica. De color rojo rubí profundo con tonos violáceos, es expresivo con buen aporte frutal y de especias. Al paladar es fluido y fresco, frutal y con taninos amables. Un vino moderno en su estilo y de final sabroso.
Old Routes 2017 ($1500), 60% Cabernet Sauvignon, 25% Cabernet Franc y 15% Malbec, criado 14 meses en barriles usados de roble francés de 500 litros. Rojo rubí profundo y brillante, con aromas complejos, recuerda a frutos de bosque frescos como arándanos, moras y cassis, con tonos de especias y hierbas de montaña. Se aprecia un ahumado leve que sirve de contrapunto a la fruta en nariz y boca, donde entra amplio y jugoso, cargado de sabor, con buena frescura y taninos de textura fina. Es elegante y con buen potencial para la guarda.
Old Memories 2016 ($2500), 75% Cabernet Franc, 15% Cabernet Sauvignon y 10% Malbec, criado 18 meses en fudres de 2500 litros y embotellado a fines de 2019. Rojo rubí brillante con tonos violáceos, es complejo y su mejor expresión se da luego de unos treinta minutos en copa. Se aprecian trazos balsámicos y herbales que recuerdan a tomillo y orégano, con dejos de especias y frutos negros maduros. La crianza se percibe integrada al vino, que fluye denso con buen ritmo y amplitud. Taninos redondos con buen carácter que aseguran longevidad. Ideal beberlo a partir de 2021.