Tres escapadas poco conocidas para hacer este verano en Mendoza

La Linda te invita a conocer lugares poco visitados de la provincia y para eso revela tres de los rincones más lindos de Mendoza a los que ir en una escapada.

Escapadas por Mendoza. Plan seguro: a visitar bodegas y a recorrer la alta montaña. De eso no hay dudas y los millones de turistas que transitan estos caminos cada año dan buena cuenta de ello.

¿Pero qué pasa si lo que se busca es otro destino, un rincón menos conocido y al mismo tiempo igual de atractivo para hacerse unas escapadas por Mendoza? Ahí es cuando hace falta alguien te que pase el dato posta. Y La Linda, vinos de corazón cosmopolita y aliento mendocino, propone tres destinos poco frecuentes que vale la pena descubrir.

Para recorrerlos hace falta un poco de tiempo y, sobre todo, ganas de salirse un poco del cuadro estándar de escapadas por Mendoza. Para eso, copa de La Linda Malbec en mano, planificá tu ruta con estas propuestas para quedarse sin alineto.

La vuelta al pasado en La Payunia. Para los que nunca escucharon hablar de La Payunia, la mejor manera de imaginarse el lugar es mirar las fotos de Marte que llegan con cada sonda enviada. Es una reserva ecológica y parque geológico ubicado en el sur de Mendoza, donde en un área relativamente pequeña, existen más de 800 volcanes –el más grande, Payún Matrú, con 3680 metros sobre el mar–, coladas de lava seca que de tan grandes se vende desde el espacio exterior y que al recorrerlas uno se asoma a lo que debió ser la tierra antes del tiempo.

Lo fascinante del lugar, sin embargo, es que está lleno de vida: cientos de guanacos, lagartos y cóndores recorren este paisaje extraterrestre al que el puma no se atreve a llegar por falta de agua. El asunto es que a La Payunia solo se ingresa en un tour por el día que se contrata en Malargüe (400km al sur de la capital).

Nadie puede manejar por los campos de bombas y gargantas de roca. Así es que conviene meter una botella de La Linda Malbec en la mochila y no olvidar el sacacorchos, ya que en un punto de la visita, hacia el mediodía, se hace una parada obligada en la que el sabor frutal del vino será un sabor deliciosamente humano entre tanta aspereza de los comienzos del tierra.

La Linda Chardonnay UnoakedLa mejor vista de Villavicencio. Este recorrido toma todo el día. Así es que lo mejor es dejar una botella de La Linda Chardonnay Unoaked en la heladera, así cuando volvés y mirás las fotos en el celular, tenés en la boca el sabor frutal que no ofrece el desierto que atravesarás. Villavicencio es famosa por el agua, pero en rigor es una reserva natural exquisita que vale la pena visitar con tiempo y ojalá unos largavistas.

El plan arranca temprano en la mañana, se toma por la ruta 52 rumbo al norte y en un pestañeo dejás atrás la ciudad y te temés de lleno en el desierto. Es una recta larga y ascendente que te lleva hasta las estribaciones de la precordillera. Ahí, después de las primeras curvas cerradas, está el viejo hotel entre retamas y álamos flacos. Es el último lugar para repostar bebida o comida y también el ingreso efectivo a los caracoles, donde el camino se vuelve de ripio. Con paciencia ascendés por la ladera, curva a curva, hasta que llegás a la pampa de Villavicencio. En el camino, si fuiste atento, te cruzaste con unos zorros algo atorrantes, cientos de guanacos que te miran con desconfianza, cóndores, cuices, hasta arañas pollito, entre golondrinas y vistosos pajaritos. No te pierdas el balcón (está indicado) aunque de un poco de vértigo asomarse, ni dejes pasar la cruz del Paramillo sin bajar del auto: ahí, a 3000 metros el aire es delgado y frío, y la vista del Aconcagua sacándole dos cuerpos al resto de los cerros valen la pena la parada.

Más abajo están las viejas minas de oro (se pueden visitar si no sos claustrofóbico) y más abajo, ya en el valle, incluso los petroglifos de quienes vivieron ahí hace mil años. De pronto la ruta entra en una alameda y llegás a Usapallata. De ahí es todo asfalto hasta Mendoza, 100km más abajo, donde te espera la botella de La Linda para celebrar.

Escapadas por Mendoza

El cajón de los Arenales. Entre todas las escapadas por Mendoza esta es perfecta si te gusta la montaña. Desde Mendoza son unos 100 kilómetros al sur y hacia el Oeste, subiendo por el Manzano Histórico –de paso cruzás la IG Los Chacayes, para vinos de altura–. Ahí hay buena hotelería. Conviene reservar una noche para no volver a Mendoza ciudad cuando bajes cansado.

Dejás el Manzano atrás y seguís por un camino en el que siempre tendrás al arroyo grande primero a la izquierda y luego al derecha. El camino asciende y entrás en esa zona donde la nieve golpea en invierno, las plantas del desierto se achaparran y las rocas grandes de un rosado delicado ganan la escena. En unos veinte minutos llegás a refugio de gendarmería. Anunciá que venís a caminar al cajón de los Arenales. Y un poco más arriba, en la curva en al que se abre la quebrada, dejás el auto. Respirá un poco el aire fresco y seco. Ahora mirá: a ambos lados de la quebrada se ven paredes de roca que van desde uno cientos de metros a los casi mil. Al fondo, los glaciares tapados.

Sin miedo seguí la senda y camina por ese lugar fuera de serie. Atento a los cóndores, los zorros y los chinchillones –son esquivos, pero muy vistosos cuando saltan entre las rocas– y déjate llevar por el tiempo de la montaña. A buen ritmo, en una hora estás en el tapón, donde el arroyo se hunde en una vieja morena glaciaria. Todo el tiempo escucharás voces: no son fantasías causadas por la altura –unos 2900 metros–, son los escaladores que están metidos en las paredes más famosas, como El Cohete, La Aguja Carlos Daniel, La Espina, La Testa, entre otros.

Podés dejar pasar las horas, ir atrás del tapón y fundirse con la montaña. Vale la pena. Sobre todo porque a tu vuelta, te espera el mejor premio: la botella de La Linda Cabernet Sauvingon, que beberás saboreando esta aventura. Una entre las mejores escapadas por Mendoza.