Sentado, copa en mano, en la terraza de Bodega Séptima a la caída de la tarde, o entre los olivares y entreverado en el jardín del Club Tapiz un mediodía de marzo, o bien contemplando las estrellas en la noche de Casa el Enemigo. Esos son los lugares a los que ir, con los que todo viajero del vino sueña alguna vez. ¿Pero son los únicos? Y además, si quedan lejos o no sé cómo llegar, ¿qué hago con la fantasía?

En plan armá tu viaje de enoturismo en Mendoza –la vista desde Las Compuertas, los carriles abovedados de álamos carolinos, el rumor de acequias e hijuelas–, en Vinómanos preparamos un mapa on line para que puedas llevarlos en el celular. En ellos encontrarás las bodegas que vale la pena visitar en torno a la capital (luego haremos el de Uco y San Rafael), los restaurantes en los que poner un morlaco y esos secretos de buen viajero que llenarán la copa de tu anecdotario.

¿Cuándo viajar?

Capital y alrededores es un destino todo el año. La época más linda, sin dudas, es el final del verano y comienzos del otoño, en particular para el enoturismo en Mendoza. No sólo porque las bodegas están activa y los cosechadores dándole tijera a los racimos, sino porque las se dan mejores vistas de las alamedas y las temperaturas son agradables. La montaña está habitable –ni fría, ni caliente– y pasearse por ella, meterse en las quebradas o solamente dejarse estar junto al río Mendoza es ya un plan.
El dato: es la época más cara, donde más cuesta encontrar alojamiento, pero nada que no se pueda sobrellevar.

¿Cómo viajar?

El tirón hasta Mendoza, desde Buenos Aires o Córdoba, es largo. Pero se puede hacer en auto con un poco de paciencia. La ruta 7 está en muy buen estado y tiene hoy 500 km de autopista –sobre los 1050 totales– y en un tirón de 11 horas se está allá. ¿La ventaja? Se tiene el auto a mano para pasear. La desventaja, se pierden dos días de viaje.
El dato: en Mendoza se maneja con lógica propia. Ir doblemente atentos es un buen consejo.
En avión, en cambio, con el aeropuerto recién inaugurado, es muy cómodo y simple llegar y el pasaje para la primera semana de marzo cuesta 2.200 pesos, de viernes a viernes. Pero no se zafa de alquilar un auto (desde 1.000 pesos diarios) si lo que se quiere es recorrer viñedos.

¿Dónde alojarse?

La oferta hotelera es muy completa. Desde 5 estrellas oficiales a departamentos tipo bed&breackfast. Un dato piola es alquilar una casa por Chacras de Coria o alrededores –AirB&B mediante, hay desde 3.000 pesos la primera semana de marzo– cuyos precios son más accesibles, incluso con jardín y pileta. En todo caso, el medio rural y la cercanía para el enoturismo en Mendoza, será un buen aliciente. Pero claro siempre y cuando se vaya en auto.

Las Compuertas, Vistalba y Chacras

Este circuito por la parte más alta de Luján de Cuyo es ideal para el viajero diletante. Ni muy metido en el vino, ni muy interesado en la gastronomía, pero con ganas de ver, está a 15 minutos del centro. Las bodega que se puede visitar aquí son chicas y medianas –desde Riccitilli a Durigutti, de Vistalba a Alta Vista– con la excepción de Nieto Senetiner y Kaikén, de otra envergadura.
El recorrido termina en Chacras, una zona residencial de Mendoza, con caserones antiguos y modernos y florecientes barrios privados, donde se puede comer bien desde 250 pesos por persona, como El Mercadito, o más en restaurantes top, como Bridillas. ¿Tres puntos fuertes? La bajada de Guardia Viaja, la salida de Chacras a la Puntilla y las callecitas somnolientas como Mitre y sus trasversales. Para caminar.
Ideal media jornada, arrancando a la mañana.

Club Tapiz
Drummond a Lunlunta

Tiene mejores vistas de la cordillera, porque uno se aleja un poco del pedemonte, y está a no mucho más que 15 minutos por autopista del centro. El recorrido es bien rural al Este del Acceso sur, con unas alamedas en las que detener el auto y bajarse para contemplar. Con suerte, habrá algún duraznero a mano con el que pagar la parada, o bien, un vendedor de melones de oferta. En el polígono que armamos, están las calles más bonitas. Y si bien no hace falta ir hasta el último segmento, ahí está Casa el Enemigo, justo en la Loma del Chachingo, que para los mendocinos es equivalente a la loma del… Será lejos, eso sí, pero el dato es que los viernes por la noche ofrecen música en vivo, hamburguesas gourmet y copa de vino por 350 pesos.
En el camino, hay bodegas pequeñitas y atendidas por su dueños –como la alucinante Domain Saint Diego, Carmelo Patti, Cecchin y Carinae–, o con muy premiadas tipo Mendel, pero también otras de arquitectura lograda como Argento y Luigi Bosca. En todo caso, hay buenos restaurantes de bodega: Fogón, en el patio de Lagarde y lindero con los viñedos, es precioso y cozy; Club Tapiz, con la dirección de la cocinera Soledad Nardelli ofrece menú maridados y por pasos en un lujoso entorno (desde 600 pesos).
Un plus: esta es zona el olivo manda, también, y en Olivícola Simone están las mejores aceitunas negras de la región. Compre obligado.
Ideal media jornada, por la tarde y noche.

espaciotrapiche
Maipú: centro y norte

En esta zona, 20 minutos en auto hacia el sureste, se emplazaron las grandes bodegas durante el siglo XIX y XX. Precisamente por eso es difícil recorrerla en un solo tirón: desde Bodegas López, por ejemplo, hasta Casa del Visitante y Familia Zuccardi, hay más de 25 kilómetros sin nada que hacer. Entonces, el recorrido para esta zona de grandes bodegas lo dividimos en dos tramos: el centro y el norte.
Maipú centro es lindo como un pueblo de provincia. La plaza ofrece la mejor versión. A pocas cuadras, López es el punto de partida, por ejemplo, mientras que Trapiche –la más linda bodega de la zona– y su restaurante serían el punto de llegada, donde se puede comer por $350 pesos un menú de tres pasos. Claro que todas juntas no se pueden hacer en un mismo día: las visitas toman una hora y media, aproximadamente, sin contar el tiempo que uno le dedique a perder el tiempo, que para eso viajó. La Rural, por su parte, amerita y mucho por el museo.
Entretanto, una escapada a Casa del Visitante hay que calcularla como medio día ella sola. Sea porque se hace algunos de los recorridos propuestos –el plan “Venía a Cosechar”, con almuerzo en el restaurante, $1.500 por persona– o porque uno se escapa hasta Pan y Oliva para un almuerzo informal. El asunto es la distancia. Una vez allá, queda todo saldado.

La Vid RestaurantePerdriel y Agrelo

Por extensión, por cantidad de bodegas y oferta gastronómica, el eje Perdriel y Agrelo es el más completo para el amante del vino. Está al sur del río Mendoza –que es posible que no lleve agua cuando se lo cruce– y forma un área muy extensa. Unos 20 kilómetros por 10. Dentro está la mayor concentración de bodegas. De modo que, antes de empezar la escapada, conviene saber dónde quiere detenerse, si no se quiere quedar enredado.
Se puede parar en algunos de los visitors center bien armados –Terrazas, Dante Robino y Pulenta Estate– a restaurantes de lujo como La Vid, María y Ruca Malen. Para que te des una idea: en La Vid sirven menú degustación de seis pasos con vinos alta gama de Bodega Norton –desde Reserva a Lote– por $950; Ruca Malén, un combo parecido con seis pasos, maridado, a $1.100. O bien propuestas más indie, como Espacio Críos, en donde un tapeo informal o una hamburguesa con vino ronda los 350 pesos.
En todo caso, una cosa es segura: más de tres bodegas por día es un desperdicio de concentración. De modo que eligiendo una grande y dos pequeñas, con parada a almorzar, el día está hecho.
Un dato: es muy linda la entrada o la salida de Agrelo por el dique Cipolleti, con la mejor vista del Cordón del Plata y el volcán Tupungato al fondo. Otro: las calles internas, en particular Cobos, Brandsen y Cochabamba, ofrecen el paisaje típico de la región, con viñedos entrecruzados con algunas hortalizas y limitados por alamedas interminables de álamo negro (es delgadito y muy alto). Consejo: cuidado con andar rápido porque no siempre el pavimento está en buen estado y los baches son traicioneros.
Dicho esto, lo mejor es dejarse llevar. Es imposible perderse, ya que o se termina en Potrerillos, o en la ruta a Tupungato o bien en la 40 o el río. En eso, cualquier viajero no tema perder el rumbo.

Maria Restaurante
Mendoza centro

Por supuesto, no hay visita a Mendoza sin caminar las veredas impolutas del centro. Dentro de la ciudad, hay algunos recorridos que bien valen la pena. Uno, las cinco plazas que delimitan la cuadrícula del centro: Plaza Independencia, Plaza España –la más atractiva–, Plaza Italia, Plaza San Martín y Plaza Chile. En época de vendimia todas ellas ofrecen alguna activada extra. A ellas se le suma la peatonal, en la que detenerse a un café en la vereda para recobrar el aliento para tener una visión bastante lograda de qué va la vida en Mendoza. Lo mejor es estacionar el auto y caminar.
Para comer, en esta zona están desde Anna Bistró –con buen menú ejecutivo al mediodía- a Fuente y Fonda con sus platos para compartir; más top, María Antonieta y Azafrán. Apenas más lejos (5 minutos) Abrasados en Bodega Los Toneles y, el más elegante de todos, 1884 en Bodega Escorihuela, el primer restaurante de Francis Mallman en Mendoza, donde las carnes son el ABC. Todos platos fuertes del centro, con buenos vinos y atención.
Un dato: en la esquina de Belgrano y Emilio Civit-Sarmiento (justo ahí cambia de nombre) están las heladerías Ferruccio Sopelsa de un lado y, del otro, como en un ring, Famiglia Perin. Son el Boca-River de los helados mendocinos. Los dos valen la pena. Y no hay que irse sin tener una opinión formada sobre cuál es el que nos gusta.
Otro recorrido lindo por Mendoza es la 5ta Sección. Acá lo mejor es dejar ir en auto, recorrer sus calles –la obvia Emilio Civit, las más linda Roca y Martínez de Rosas– y por supuesto ascender hasta el parque General San Martín. Una vez dentro, todos los recorridos valen la pena. Incluso el ascenso al Cerro de la Gloria para una vista panorámica.
¿Dos parques más? El centro Cívico y el Parque Central y su Nave Cultural, cada uno con su vida específica. ¿Una plaza más? La del área fundacional. Y extra: el Centro Cultural Julio Le Parq.

Por la noche, sea la San Martín Norte –conocida como la 4ta Sección- ofrece un lugar para los mendocinos contraculturales. Mientras que Arístides Villanueva, también llena de bares, es el costado más in. En todo caso, son dos visiones de Mendoza. Y en el mapa, hemos marcado algunos puntos muy típicamente mendocinos.

Es periodista y enólogo y escribe como cata: busca curiosidades, experimenta con formatos y habla sin rodeos de lo que le gusta y lo que no. Lleva más de veinte años en esto. Lo leen en Vinómanos (plataforma que fundó en 2013) o bien en medios nacionales, como La Nación y La Mañana de Neuquén. Desde 2019 es el crítico para Sudamérica de Vinous.com (EE.UU.).